martes, 24 de febrero de 2009

Cuando era pequeña quería ser negra. Todas mis amigas eran negras. Vivía en Pontiac, Michigan, y los blancos éramos una minoría en el vecindario. Los blancos no abundaban. Todos mis amigos eran negros. Yo estaba muy celosa de mis amigas negras porque tenían trenzas en el pelo y se les quedaba pegado. Así que decidí pasar por la odisea de ponerme alambre en el pelo y trenzarlo para que pudiera pegarse. Me ponía de todo. Pero si ser negro es sinónimo de tener alma, entonces sí, lo soy.

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